Consumismo modo: Le puse la mano

El taxi pitó, seguidamente bajó su polarizada ventanilla y me dijo de manera afable y respetuosa: «Señora me devolví a recogerla, a pesar de que voy camino a hacer una carrera que me solicitaron por la App. Me llama mucho la atención su método, ¿hacia dónde se dirige?».

Posteriormente me felicitó, agradeciendo el gesto de confiar en el gremio de los taxistas. «Señora usted me hizo recordar mi inicios en esta ciudad, el 80 por ciento de los servicios, yo los hacía con personas que nos ponían la mano en la calle. Esa épocas no vuelven, ahora todo es con regateo digital».

Este acontecimiento tan habitual para mí y tan exótico para el señor taxista, me motiva a plantear preguntas respecto al civismo y al control que ejerce la ciudadanía en la urbe que habita: ¿Será que por la escalada de inseguridad, nos anestesiamos y el miedo se está transformando en una paranoia colectiva que gobierna nuestras interacciones sociales y prácticas comerciales?

También me cuestiono: ¿Por qué estamos siendo tan condescendientes y permisivos con un modo de vida en el que la desconfianza ciudadana es la normal e inevitablemente intermediadora?

Si la indefensión aprendida con manifestación de impotencia ciudadana continúan, poco a poco nos irá cambiando nuestra personalidad e identidad. Iremos perdiendo el ADN de cercanía y proximidad ‘quillera’ tan maravilloso. Vamos a poner la mano, Barranquilla nos necesita más participativos.




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