CONSUMISMOMODO: Teodosia III

Por: María Mercedes Botero

Volvió, volvió, volvió Teodosia III, volvió porque dijo que sí volvía. Volvió mi española, fui a recogerla al aeropuerto y cuando salió por la puerta, gritó de emoción: “Ay Merceee, ¡estoy en Barranquilla!”. Le pregunté: ¿y cómo te diste cuenta?

La primera señal: “Mi cielo, cómo te amo”

Durante la escala en Miami, la cola para abordar el avión hacia Barranquilla, era la única en la que se escuchaba gente HABLANDO. Una mamá barranquillera llamaba a su hija ANUNCIÁNDOLE su pronta llegada. “Y ese ‘mi cielo…’, esos decibeles, cariñoso y único hablado, me anunciaban que Barranquilla estaba cerca”

La segunda señal: “Ey, ey, ¡nojoda, qué vaina liiinda!”

Su vecino de asiento, de repente a grito de “ey, ey” invitaba a todos los pasajeros a asomarse por su ventanilla para ver a su Majestad, la Sierra Nevada de Santa Marta. “Es que en Barranquilla todo se comparte, no hay espacio privado, sino espacio vital”. Teo lo que vio fue la nube y sintió que en el Caribe se ve sin ver, solo hace falta imaginar.

Tercera señal: Cuando mamar gallo es parte del oficio.

En la recogida de equipaje, ya dentro del aeropuerto, los maleteros entre blablablá y mamadera de gallo, ejercían oficio profesional con cortesía y bacanería; “seño, seño, a la orrrrrden”, mientras recomendaban, “cógela suave”, a la señora que impacientemente esperaba pasar el control. Teo: “Amo esa forma inolvidable que tiene el barranquillero de afrontar situaciones de espera, con buen humor y compartiendo con el otro, aunque no sea conocido”.

La brisa que envolvió nuestro abrazo y el “ay” del reencuentro, sin duda, fueron la mejor señal de llegar a Barranquilla.

¡Bienvenida hija!




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