¿Consumir responsablemente es cuestión de actitud?
Escrito por Regina María Navarro Blanco ([email protected])
Actitudes hacia el consumo de servicios públicos domiciliarios
Revisión bibliográfica: Del concepto de actitud al consumo responsable
De las actitudes hacia el consumo responsable
Resumen
En el presente artículo se presenta una revisión teórica que parte del concepto de actitud como variable Central, para que a partir de la comprensión más genérica de éste concepto revisemos variables que impactan las actitudes hacia el consumo responsable de servicios públicos domiciliarios en adolescentes y la trascendencia que tiene éste tema iniciando la segunda década del siglo XXI, en donde se sugieren y establecen profecías o bien creencias, en torno al deterioro medioambiental y por ende peligro en que se encuentran los ecosistemas del planeta tierra. A continuación usted encontrará una revisión teórica particularmente de interés académico, al convertirse en una compilación de trabajos que parten desde el análisis del concepto de la actitud como variable psicosocial, teniendo en cuenta elementos de las aplicaciones de la psicología ambiental, económica y del consumo y evolutiva.
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El concepto de »actitud» ha sido estudiado desde diversos enfoques y disciplinas, aseguraba Whittaker (1987, citado por Eisengberg, 2000), que ya desde 1935, Allport indicaba que la bibliografía existente sobre las actitudes incluía más de cien definiciones diferentes y en la actualidad no existe una definición aceptada universalmente; sin embargo, se destacan teorías como las de Thomas y Znaniecki, quienes en 1918 definieron la actitud como «Los procesos mentales que determinan las respuestas de los individuos, actuales o potenciales, hacia su medio social».
Por su parte, Allport, en 1924 definió las actitudes como tendencias o predisposiciones a comportarse de cierta forma en situaciones sociales (Baron & Byrne, 2005 133 p.)
Thurstone, en 1928 indicó que las actitudes corresponden a La intensidad de afecto en favor o en contra de un objeto psicológico“ (Citado por Gómez y Sanz, 2006).
La Pierre, en 1934 estudió las actitudes negativas, concluyendo la siguiente hipótesis: Las personas que tienen prejuicios muestran estas actitudes en sus conductas explícitas así como en sus afirmaciones verbales. (Baron & Byrne 2005 133 p)
Katz en 1960, indicó que la actitud es la disposición del individuo para valorar de manera favorable o desfavorable algún símbolo, objeto o aspecto de este mundo (Herrera, et_al , 2007 15 p.).
Triandis (1991), indica que la actitud es un estado personal que predispone a los seres humanos a manifestar respuestas favorables o desfavorables frente a objetos, personas o ideas; o desde la perspectiva del aprendizaje que se toman como competencias básicas del aprendizaje, incluyendo los conocimientos, habilidades y destrezas de los individuos (Colom, Sarramona y Vásquez, 1994, citado por Herrera,et.al 2007).
Fazio y Tesser en 1996 concluyen que las actitudes son las Evaluaciones de varios aspectos del mundo social (Fazio y Roscos-Ewolson, 1994, Tesser y Martín, 1996, citado por Herrera, et.al 2007).
Según Fernandez-Cavia (2000) se entiende la actitud como la creencia sentimiento de una persona, mantenida en el tiempo que determina su predisposición a valorar favorable o desfavorablemente los objetos y sujetos que le rodean y que por lo tanto influyen en su comportamiento.
Corral-Berdugo (2001), plantea que las actitudes son Propensiones a responder favorable o desfavorablemente a un objeto, evento o situación (2001, p. 127 citado por Guevara & Rodríguez, 2002).
Haciendo un análisis en torno a una muestra de definiciones de actitud, se concluye que estas, están relacionadas con la interrelación que se presenta en torno a las creencias y sentimientos favorables o desfavorables que se tienen de un objeto social, que cuenta con significado y de lo cual se espera se manifieste una conducta coherente con ambas variables; no obstante, no se trata de un regla, dado que las actitudes pueden ser ambivalentes (Baron & Byrne, 2005) y los sentimientos y creencias pueden no ser predictores de una conducta esperada, es aquí donde surge la necesidad de buscar nuevas formas de intervención y aparecen inquietudes de investigación. Es el caso particular de lo que se identifica con los resultados obtenidos en esta y otras investigaciones que tratan de entender actitudes hacia el uso racional de los recursos y en general en temas de consumo, en los que aunque parezca tenerse certeza en cuanto a ciertas creencias y sentimientos, las conductas no son siempre las esperadas, lo cual puede tener otras atribuciones causales, asociadas por ejemplo con pensamientos mucho más fuertes que orientan la evasión de compromisos hacia el cuidado del entorno por la presunción de que este depende de otros y que además es una realidad muy lejana.
Características de las Actitudes
Según compilación realizada por Herrera & Mantilla en 2007 las actitudes presentan algunas características o propiedades importantes, que según Loundon & Della Bitta (1995), son:
Las actitudes tienen un objeto: Es preciso que tengan un punto focal, sin importar si se trata de un concepto abstracto o tangible. Los objetos pueden ser uno solo o un grupo de objetos, como un grupo social también puede ser específico o general.
Las actitudes tienen dirección, grado e intensidad: Expresan el sentimiento del individuo hacia un objeto, en función de la favorabilidad o desfavorabilidad ante el mismo, el gusto, disgusto y el nivel de seguridad o confianza en la expresión relativa al objeto.
Las actitudes poseen estructura: Lo cual significa que tienen consistencia interna y centralidad interactitudinal. Tienden, además a ser estables con diversos grados de prominencia y a ser generalizables, teniendo en cuenta que en el centro de la estructura se encuentran los valores más importantes y el autoconcepto.
Las actitudes se aprenden: Nacen de las experiencias personales con la realidad y también son resultado de la información que recibimos de nuestros amigos, familiares, vendedores, prensa, etc. Provienen de las vivencias directas e indirectas. En el caso particular de los adolescentes, sus actitudes, específicamente sus creencias y sentimientos hacia el consumo de servicios públicos domiciliarios son producto del aprendizaje familiar y escolar, aunque sus conductas no se asocien específicamente con las variables intrínsecas que componen la actitud. La idea es que los valores y las actitudes dirigen las decisiones individuales, las decisiones importantes al igual que las decisiones pequeñas que se toman día a día y que hacen parte de la manera de vivir de la persona (Alfredson, 2002, 14 p).
Elementos o componentes de las Actitudes
El concepto de actitud pertenece a los dominios de la psicología social y de la psicología de la personalidad. Pese a la importancia que el mismo tiene en ambos ámbitos no existe precisión sobre el significado del término. Sin embargo, diferentes teorías convergen en que los tres elementos o componentes de la actitud son: cognitivo, afectivo y conativo (Arellano, 1993; Assael, 1999; Stengberg, 2000)
Componente Cognitivo: Este elemento, llamado igualmente perceptual, informacional o estereotipo, es la concepción que el individuo tiene de los objetos, la idea que el individuo utiliza para el pensamiento. Abarca el conocimiento del objeto de la actitud y las creencias del individuo acerca de la existencia de uno de varios elementos de este. De lo anterior se llega a una primera conclusión: nadie puede tener una actitud sobre algo que no conoce. Por lo tanto, el nivel cognitivo no se limita al conocimiento de la existencia del producto, sino que incluye también las características que este posee. El componente cognoscitivo corresponde a las creencias que se operacionalizan en los atributos que los individuos le otorgan a un objeto que tiene significado.
Mc. David y Harari (1979, citado por Eisenberg, 2000), se refieren al componente cognoscitivo como la categoría conceptual de objetos o sucesos a los que se dirige la actitud. Es decir, este componente define al objeto de la actitud, especificando los objetos, personas o eventos a los que la actitud es dirigida. El concepto de la actitud puede ser una persona en concreto, miembros de una clase social, grupos o instituciones, pero también puede tratarse de una abstracción inteligible (honradez, muerte, enfermedad, etc.). El elemento cognoscitivo es a menudo conocido como las creencias y valores de una persona.
Componente Afectivo: Este componente es definido por Rodríguez (1976 citado por Eisenberg, 2000) como el sentimiento a favor o en contra de un determinado objeto social considerado por autores como Fishben y Raven (1962) como el único componente característico de las actitudes. Pero también como el más enraizado y el que más se resiste al cambio, en opinión de Mann (1972). Mc David y Harari (1979, citado por Eisenberg, 2000) señalan que el elemento afectivo en las actitudes incluye los sentimientos y emociones que acompañan a una creencia o idea nuclear
Llamado igualmente sentimiento o elemento motivacional, el elemento afectivo es la emoción que acompaña a la idea y se expresa en el sentido de querer (amar) o no querer el objeto en referencia. Se basa en el hecho de que un conocimiento o experiencia posee siempre algún vínculo con una situación agradable o desagradable, lo cual hace que los objetivos de la actitud impliquen algún grado de afectividad positiva o negativa.
La afectividad hacia el producto se basará en la afectividad sentida hacia las características del producto. Por ejemplo: el conocimiento de una gran potencia de una marca de automóviles, ejercerá una influencia positiva en la preferencia de un consumidor hacia la marca, solo si a este le gustan los automóviles como autor potente.
La parte afectiva también influye en los aspectos cognitivos o comportamentales, pues, las posibilidades de comprar un producto son mayores cuando la actitud es afectivamente positiva que cuando es negativa.
En síntesis, el componente afectivo de una actitud, se refiere al sentimiento ya sea en pro o en contra de un objeto o situación social para lo cual es necesario que exista un componente cognoscitivo.
Componente Conativo: Se refiere a la acción patente, a las expresiones verbales, lo concerniente a la conducta en sí (Eiser,1980, citado por Eisenberg, 2000). El elemento conativo o comportamental es la predisposición a la acción que resulta del valor afectivo asignado al objeto. Se puede entender como una predisposición actual de una manera específica o como una intención de comportarse de una forma dada.
Por su parte Krench, Crutchfield, Smith Bruner y White (citados por Rodriguez, 1976; citado por Eisenberg, 2000), opinan que las actitudes son la propia fuerza motivadora de la acción y en general la tendencia de los autores que se han venido revisando en el para efectos de esta investigación es la de sostener que el componente conductual es el resultado de la interacción entre los componentes cognoscitivo y afectivo, y aún más que ambos componentes tenderán a la congruencia de la cual hablan (Festinger, 1957; Heider, 1958; Rodríguez, 1976, citados por Eisenberg, 2000).
Cuando las creencias, sentimientos y/o reacciones son relativamente perdurables, forman una actitud (Eisenberg, 2000).
Mann (1972) se refiere a la importancia de cada componente durante el desarrollo de un individuo y dice que durante la niñez, especialmente en el momento en que las actitudes están siendo aprendidas, los tres componentes son muy importantes. Poco a poco el niño va integrando sus actitudes y tiende a practicar selectivamente lo que ve y aprende, por lo que el componente cognoscitivo cobra más fuerza, sin embargo las actitudes de un alto componente afectivo, se resisten a ser influenciadas por nuevas informaciones y conocimientos intelectuales puros.
En el estudio de las creencias y sentimientos manifiestos por los adolescentes y adultos, respecto a el consumo de servicios públicos domiciliarios en el hogar, se espera que faciliten en el mediano plazo el cambio conductual y la invitación de la práctica de hábitos orientados al consumo responsable de servicios públicos domiciliarios de agua y energía eléctrica para este caso en el núcleo familiar.
Formación de las actitudes
En la literatura sobre actitudes no hay una uniformidad de criterios en cuanto a la existencia de un proceso exacto y único sobre la adquisición de éstas. Sin embargo, la mayoría de los autores (Whittader, 1987; Newcom, 1964; Baron y Byrne, 1984; Penner, 1978; Lindzey y Aronson, 1969, citados por Eisengberg, 2000) le conceden un papel importante al aprendizaje y al proceso de socialización.
Desde el principio de su vida, el niño está sujeto a una serie de prácticas de socialización que, directa o indirectamente, moldean el modo en que verá el mundo. Whittaker (1987) piensa que el proceso de socialización va más allá de las influencias iniciales recibidas de padres y maestros, e incluyen toda la vida de una persona. Toda la experiencia social de un individuo modificará sus actitudes y viceversa, éstas modificarán sus percepciones sociales. Por lo tanto, según este autor, el mecanismo de formación de actitudes más general es «la situación social» por la que se atraviesa a lo largo de la vida.
A continuación se muestran los procesos de formación y adquisición de actitudes propuestas por diferentes autores (Citado por Eisenberg, 2000)
1) Para Newcomb (1964), los principios por los cuales se adquieren las actitudes son «el crecimiento y desarrollo». Por lo que los seres humanos adquieren motivos y actitudes a través de procesos de interacción recíproca.
Este autor piensa que una actitud favorable o desfavorable específica llega a distinguirse de las demás a través del proceso de diferenciación e integración. De este modo, en sus primeras etapas, las actitudes no están claramente diferenciadas; es decir, en la niñez, una actitud favorable es muy parecida a cualquier otra, y todas las desfavorables son muy semejantes. Las favorables representan un «bien» indiferenciado; las desfavorables representan un «mal» indiferenciado. Con el desarrollo y el crecimiento, los procesos de discriminación se van afinando y las actitudes del individuo también se hacen más precisas.
2) Whittaker (1987) y Baron y Byrne (1984) coinciden con Newcomb en que uno de los procesos fundamentales por el que se adquieren las actitudes es «el aprendizaje social». Ellos piensan que una de las principales fuentes por las que se adquieren las actitudes es la interacción con las demás personas. Las preferencias, creencias y tendencias del comportamiento se adquieren de la gente que rodea al individuo.
En los primeros años de vida, las actitudes están influenciadas principalmente por las «palabras y acciones de sus padres». McGuinnies (en Baron y Byrne, 1984) considera que no es de sorprender que la mayor parte de las personas tengan actitudes semejantes a las paternas. Pero junto con el crecimiento aparece la influencia de los coetáneos.
3) Para Baron y Byrne (2005) el aprendizaje social de las actitudes parece tomar dos formas principalmente:
- a) La primera se ilustra por situaciones en las que los padres alaban a sus hijos por expresar puntos de vista similares a los de ellos mismos, pero los critican en cuanto expresan puntos de vista diferentes. En tales casos los niños llegan a enunciar (y a tener) actitudes similares a las aprobadas por sus padres. Este tipo de aprendizaje se conoce como «condicionamiento clásico o instrumental» y se basa en un principio básico del comportamiento humano; los individuos aprenden a ejecutar acciones que tienen resultados positivos y que les ayudan a evitar o escapar de consecuencias negativas. En cuanto a las actitudes, las consecuencias positivas pueden obtenerse al expresar los puntos de vista «correctos» (los que se parecen a los que las personas que pueden dar reforzadores importantes). En el caso de los niños, las personas que dan el reforzamiento son los padres, otros parientes o los maestros. Entre los adultos, las personas clave pueden ser los representantes de la autoridad, los compañeros de trabajo o los miembros de grupos a los que les gustaría pertenecer al sujeto: sin embargo, el proceso es el mismo.
- b) La segunda es el «moldeamiento o aprendizaje por observación». Según Bandura, aunque los seres humanos pueden aprender por medio de reforzamiento, una forma más eficaz de aprendizaje, es el «aprendizaje por medio de la observación». Los individuos desarrollan puntos de vista específicos al observar las palabras o el comportamiento de otros. Este se llama también «aprendizaje vicario o modelamiento». Sin importar la presencia o ausencia de interacciones conscientes, los efectos del modelamiento son poderosos y pueden ejercer un impacto duradero sobre las actitudes. El aprendizaje por observación se hace evidente en situaciones en las que los padres no intentan conscientemente enseñar a sus hijos un punto de vista determinado, pero lo muestra con sus propias acciones. Tal sería el típico caso del padre o la madre que se relacionan con terceras personas, pensando que los hijos no se darán cuenta, y una vez que los hijos crecen y llegan a tener la misma actitud de infidelidad aun teniendo pareja, cuando los padres intentan reclamarles o llamarles la atención, los hijos pueden responderles, que si ellos lo hicieron, porque se los prohíben ahora.
4) Penner (1978) coincide con Baron y Byrne en que las actitudes se adquieren por observación o por condicionamiento clásico, pero añade la presencia de otro proceso: el condicionamiento operante y señala que si una palabra neutral espontáneamente emitida es repetidamente seguida por una palabra (o cualquier estímulo neutral) que produzca una reacción, finalmente se reaccionará ante la palabra anteriormente neutral.
5) La experiencia que se tenga con un objeto influirá sobre las actitudes hacia éste y, al mismo tiempo repercutirá sobre la conducta respecto al mismo. Whittaker (1987) cree que la experiencia directa que el individuo tiene con el objeto de la actitud es uno de los factores más poderosos en la reacción de actitudes. Lo que ocurre durante el primer contacto con un objeto de la actitud creará una actitud hacia dicho objeto o modificará todas las actitudes que se tenían hacia él anteriormente. Baron y Byrne (2005) apuntan que las actitudes que se forman a base de la experiencia directa parecen ser más fuertes que las que se han adquirido de manera menos directa ya sea a través de palabras y acciones de los demás. Es decir, las actitudes formadas por la experiencia directa suelen ejercer efectos más fuertes o más conscientes sobre la conducta que aquellas que se forman en ausencia de dicha experiencia. Sin embargo, no es necesario el frecuente o permanente contacto con el objeto para que se forme una determinada actitud. Según Lindsey y Aronson(1969, citado por Eisenberg, 2000) el vivir algunas experiencias importantes únicas también pueden determinar las actitudes. En el caso de los adolescentes, exponerlos ante situaciones en al ámbito educativo que les demuestren la correlación e impacto positivo que tiene para ellos el buen uso de los recursos naturales representados en los servicios públicos domiciliarios podría orientarlos a reafirmar sus creencia y sentimientos y al logro de un cambio conductual duradero.
6) Según Whittaker (1987), otro factor que es necesario tener en cuenta en la creación y modificación de actitudes es el efecto de la comunicación en general. Ésta puede provenir de la ambivalencia de los padres, al establecer que algo es bueno o malo y cómo se comportan y sienten ante dicho objeto de la actitud. Por otra parte, la influencia de los medios masivos de comunicación influyen sobre las actitudes de un individuo a cada momento de su vida.
Para concluir, es importante recordar que aunque las actitudes son relativamente permanentes, no son inmutables. Según Whittaker (1987) y Penner (1987 en Eisenberg, 2000) están en desarrollo y cambio continuo. Este punto de vista es acertado ya que a lo largo de la vida se aprenden continuamente nuevas ideas y conductas. En la adolescencia, periodo del egocentrismo intelectual es fundamental reafirmar sus sentimientos y paradigmas respecto a su compromiso con el entorno, el cual idealmente debería iniciar desde su propio ciclo vital, concientizándose de la importancia de optar por conductas orientadas a la protección del ambiente, procurando el impacto e influencia en sus grupos de iguales y en el entorno familiar.
Medición de las actitudes
Según Eiser (1986) la descripción completa de la actitud de una persona requiere la medición de las tres clases de respuesta, no sólo inferir las actitudes a partir del componente afectivo; por otro lado, si se logra predecir el comportamiento de la persona a partir de sus enunciados, esto será evidencia de que los tres componentes de las actitudes están sumamente relacionados entre sí: los tres diferentes componentes son interdependientes, y hay cierta congruencia entre ellos.
Whittaker (1987, citado por Eisenberg, 2000) afirmó que para predecir la conducta de un individuo es necesario tener en cuenta sus actitudes, normas, hábitos y expectativas de reforzamiento.
Cook y Selltiz (en Summers, 1976) indican cinco bases de inferencias de actitudes:
- a) Informes de uno mismo sobre creencias, sentimientos y conductas.
- b) Observación de conducta manifiesta.
- c) Reacción a estímulos parcialmente estructurados o interpretación de ellos, cuando implican al objeto de la actitud.
- d) Realización de tareas objetivas en que intervenga el objeto de la actitud.
- e) Reacciones fisiológicas al objeto de la actitud o a sus representaciones.
Según Summers (1976) cualquier expresión conductual que refleje o manifieste las cogniciones del individuo, particularmente sus creencias evaluativas con respecto a un objeto, puede servir como base de inferencia de la actitud. De manera análoga, cualquier expresión conductual que manifieste una emoción puede ser importante para hacer inferencias. Las manifestaciones conductuales que revelan la disposición del individuo de actuar hacia un objeto (ya sea positiva o negativamente) también pueden usarse como bases provisionales de inferencia con respecto a la actitud.
Según Summers (1976) históricamente, la medición de las actitudes se ha confiado casi en forma exclusiva al uso de informas sobre sí mismo de creencias, sentimientos y coductas del individuo hacia un objeto de actitud, haciéndose caso omiso de las múltiples características de las manifestaciones de las actitudes personales.
Casi todas las escalas de actitudes están constituídas por frases, afirmaciones o proposiciones frente a las cuales los interrogados indican, de un modo y otro, su acuerdo (aceptación o aprobación), o su desacuerdo (rechazo o desaprobación). Según Newcomb (1964), el propósito de una escala de actitudes es el de asignar a un individuo un valor numérico en algún punto entre los dos extremos.
Teniendo en cuenta algunos de los puntos propuestos por Summer (1976) y desarrollando una escala Likert, se construyó el instrumento para el logro de los objetivos y teniendo en cuenta el contexto en el que se desarrolló la presente investigación, el cual resultó de entrevistas y análisis observacionales previos, asi como de la comparación con instrumentos semejantes (Kaiser, 1999 Gonzales, 2005)
Para efectos de sustentar y comprender las hipótesis de la presente investigación se ha adoptado el modelo de la acción planeada de Fishbein y Ajzen como fuente para explicar los resultados obtenidos, excepto en lo referente a la exclusión del componente afectivo dentro del análisis de las actitudes.
Estudios sobre actitud y comportamiento ecológico
Kaiser et al. (1999) Estudio sobre la actitud y el comportamiento ecológico
Los resultados de la investigación de Kaisser resultan complementarios para el sustento teórico que soporta la tesis presentada en éste documento, debido a que retoma la teoría de Ajzen, en la cual se fundamenta la explicación de la propuesta pero vista desde la perspectiva y análisis de actitudes hacia objetos relacionados con el medio ambiente, tomando esta variable como determinante de la conducta proambiental.
La investigación de Kaiser et al., (1999, citado por Ortega, 2007) muy importante por su profundización sobre la variable actitud como determinante de la conducta proambiental, se basa en la teoría de Ajzen (1988, 1991 en kaiser et al., 1999) sobre conducta planeada según la cual la intención es el antecedente inmediato de la conducta y a su vez la intención es una función de las actitudes hacia la realización de un acto en particular. Estos investigadores señalan que estudios anteriores fallaron en establecer la variable de actitud como un poderoso predictor del comportamiento ecológico debido a tres razones, una teórica y dos metodológicas.
La razón teórica consiste en que los investigadores utilizan conceptos diferentes sobre la variable de actitud al momento de estudiar el comportamiento proambiental, estas diferencias no permiten realizar comparaciones entre los resultados de las diferentes investigaciones para determinar cuál es la influencia de esta variable.
Las razones metodológicas consisten, por un lado, en la ausencia de consideración de la influencia de factores situacionales sobre el comportamiento y, por otro lado, en la ausencia de una medida de correspondencia entre actitudes y comportamiento.
Los factores situacionales se refieren a facilitadores e inhibidores del comportamiento que están más allá del control del individuo (Ajzen & Madden, 1986 en Kaiser et al, 1999).
Sin embargo, Kaiser et al, (1999) indican que hay muchas influencias situacionales sobre el comportamiento que están más allá del control de las personas y las hace comportarse ecológicamente en unas ocasiones y en otras no, dándose una inconsistencia aparente en la conducta, por esta razón el nivel de especificidad entre las actitudes y el comportamiento debe ser general.
En concordancia con Kaiser, con base en los resultados de esta investigación se asume que al analizar las actitudes hacia el consumo de servicios públicos domiciliarios en adolescentes Barranquilleros estrato 1 y 2, no se pretende establecer una relación de causa-efecto de los componentes de la actitud, sino que se busca tener un acercamiento y comprensión descriptiva de cada variable, que permita obtener un perfil de la muestra que oriente los resultados y las nuevas propuestas de investigación y estrategias que respondan con posibles soluciones a la problemática. Considerando que hay muchas influencias situacionales sobre el comportamiento que están más allá del control de las personas.
Realizar una medida precisa del comportamiento ecológico tomando en cuenta aquellos factores situacionales que están más allá del control de las personas, requiere que se estime la probabilidad de que se de un comportamiento, el cual a su vez conlleva un cierto grado de dificultad de ejecución. Por ejemplo: una persona puede comportarse proambientalmente al apagar las luces de su casa y aparatos eléctricos cuando no los esté utilizando, pero no recicla papel aunque este comportamiento sea más sencillo. Estas inconsistencias se derivan de las restricciones externas que actúan sobre la conducta.
Kaiser et al., (1999) unifican tres conceptos de actitud en el marco teórico de la conducta planeada. Estos conceptos son: 1. actitud hacia el ambiente, que se mide a partir de tres componentes: cognitivo, afectivo e intencional; 2. actitud hacia el comportamiento ecológico que también se mide a través de los tres componentes aunque algunos proponen el afecto como el único componente (Langheine & Laman, 1986; Newhouse, 1990, en Kaiser et al., 1999), otros dejan a un lado el componente de la intención (Dispoto, 1977 en Kaiser et al., 1999), y hay quienes sólo utilizan el componente intencional como indicador de la conducta ecológica (Schahn & Holzer, 1990a, 1990b; Auhagen & Neuberger, 1994 en Kaiser et al., 1999); y 3. el nuevo paradigma ambiental (NEP) que es la versión de actitud más recientemente desarrollada por Dunlap & Van Liere (1978, en Kaiser et al., 1999) basada en un solo componente de valores morales.
Kaiser et al., (1999) examinan las siguientes hipótesis:
(1) El conocimiento sobre el ambiente y los valores ambientales son precondiciones significativas de la intención del comportamiento ecológico.
(2) La intención ecológica afecta el comportamiento ecológico de modo más fuerte cuando ambos se evalúan a un nivel general y si se toman en cuenta las restricciones sobre la conducta.
(3) Todas las relaciones entre los tres conceptos de actitud y entre la intención ecológica y el comportamiento ecológico, no están moderadas por la ideología sino que se pueden generalizar a grupos heterogéneos.
Para comprobar estas hipótesis, Kaiser et al., (1999) seleccionó una muestra inicialmente constituida por 3000 miembros de dos asociaciones de trasporte suizo con diferentes ideologías: una que promueve un sistema de transporte que tiene poco impacto negativo sobre las personas y sobre la naturaleza, y otra que representa principalmente los intereses de los conductores. De los miembros de ambas asociaciones sólo el 27.4% estuvo dispuesto a participar (1643) y se les pidió que completaran tres cuestionarios. El primer cuestionario fue completado por 1371 miembros, luego el segundo cuestionario fue entregado a los que completaron el primero y contestado por 1189 miembros. Luego el tercer estudio se realizó con un subgrupo alemán del primer estudio de los cuales 445 devolvieron los cuestionarios completos
Los instrumentos utilizados fueron: 1. Social Desirability Scale Escala de Deseabilidad Social (SD), presentado por Amelang y Bartussek (1970 en Kaiser et al., 1999), que consiste en 32 items a través de los cuales se evalúa si la persona ofrece respuestas que obedecen a la conveniencia social, ya que podría hacer lo mismo en los demás cuestionarios; 2. The General Ecological Behavior o Escala del Comportamiento Ecológico General (GEB), que consiste en 38 items los cuales representan diferentes tipos de conductas ecológicas y algunos comportamientos prosociales; y 3. tres escalas para medir actitud conformado por 28 items: Environmental Knowledge Scale o Escala de Conocimiento Ambiental (EK), Environmental Values Scale o Escala de Valores Ambientales (EV) y el Ecological Behavior Intention Scale o Escala de Intención Ambiental (EBI).
Los resultados de la investigación indican que se puede aceptar desde un punto de vista empírico las hipótesis según las cuales la intención ecológica (EBI) en una función del conocimiento ambiental (EK) y de los valores ambientales (EV) y que además determina el comportamiento ecológico general (GEB).
Aunque en el presente modelo no se incluyó la influencia mediacional de la actitud hacia el comportamiento ecológico ni las normas subjetivas, la intención ecológica se pudo predecir adecuadamente. No obstante Kaiser et al., (1999) señalan que incluir estos elementos podría disminuir la cantidad de varianza inexplicada del la intención ecológica y que además podría ser útil incluir predictores alternativos de la intención ecológica, como los afectos ambientales y la responsabilidad hacia el ambiente.
Se confirmó la segunda hipótesis que se refiere a que la intención ecológica predice la conducta ecológica evaluándolas a un nivel general desde una aproximación de medida probabilística y tomando en cuenta aquellas restricciones que están más allá del control de las personas.
En cuanto a la tercera hipótesis, Kaiser et al., (1999) señalan que como había más participantes de la asociación de transporte con ideologías ambientales, la muestra estaba sesgada hacia participantes preocupados por lo ecológico, lo cual podría afectar la generalización de los resultados. Este sesgo puede explicarse de otro modo por el hecho de que aquellas personas que retornan los cuestionarios probablemente ya poseen preocupación y conductas ambientales. Se compararon los miembros de la asociación de conductores de automóviles (n 111) con miembros de la asociación que promueve un sistema de transporte ecológico (n 322) y esta comparación apoyó la generalización del modelo. Los resultados apoyan que la relación entre la actitud ambiental y el comportamiento ecológico es comparable entre grupos heterogéneos. No obstante es importante observar que las medidas de la intención ecológica de los miembros de la asociación de transporte ambiental fueron menos confiables que las del grupo que representaba los intereses de los conductores, probablemente porque en el primer grupo había más cantidad de participantes lo que podría explicar la variedad de respuestas.
Los resultados también indican que existe un poderoso predictor de la intención ecológica que aún no ha sido considerado y que pueden ser la responsabilidad ambiental o el afecto ambiental.
Por último, las medidas registradas estuvieron sólo marginalmente influidas por la disposición de los participantes por adoptar las expectativas del investigador, (que fue evaluada a través de la escala de Deseabilidad Social), lo cual le dio validez a los resultados reportados.
El estudio de Kaiser et al., (1999) apoya el uso de la teoría de conducta planeada de Ajzen (1988, 1991 en Kaiser et al., 1999) como un marco de unificación de los conceptos de actitud e incluye factores moderadores no psicológicas que están más allá del control de las personas. Al respecto de esto último se puede hacer un análisis de la relación sujeto-objeto representada por los hallazgos de los investigadores: la estructura psicológica de los individuos no es impermeable. Por el contrario, mantiene una relación permanente e ineludible con el exterior, el cual incluye una serie de elementos que actúan como inhibidores o facilitadores de la conducta y que no dependen de la voluntad del individuo.
La investigación de Kaiser et al., (1999) al tomar en cuenta factores contextuales revela la importancia de tratar la relación sujeto-objeto no sólo desde un nivel conceptual sino también empírico para explicar el comportamiento proambiental, aunque aún sigue sin responderse la pregunta de si estas restricciones afectan todas las conductas ecológicas o sólo algunas. El abordaje metodológico de medida probabilística se asemeja a la esencia del principio de incertidumbre según el cual no se pude conocer un evento con precisión sino que sólo puede ser aducido en términos de probabilidad.
Vínculo con el lugar y conducta ambiental responsable Vaske et. Al (2001)
La investigación de Vaske facilitan la comprensión de las actitudes de adolescentes respecto al consumo de servicios públicos domiciliarios en el hogar como parte de su compromiso medioambiental, si se tiene en cuenta el hogar como lugar con el cual el adolescente forja un fuerte vinculo y por consiguiente las relaciones cotidianas tienen fuerte influencia frente a sus decisiones, sentimiento y comportamientos frente a la situación evaluada.
Vaske et. Al (2001) examina cómo el establecimiento de un vínculo a un espacio natural puede influir la conducta ambiental responsable a través de 2 variables: dependencia a un lugar e identidad de lugar.
Los lugares representan más que componentes físicos (Tian, 1974 en Vaske et al., 2001). Por lo tanto según Williams y Peterson (1999 en Vaske et al., 2001) “el ambiente puede verse como sistemas de significado socialmente construidos.” El vínculo con un lugar se adquiere en la medida que ese espacio imbuido de significados despierta emociones en las personas, significados que pueden ser influidos parcialmente por experiencias estructuradas tales como los programas de trabajo organizados para jóvenes.
Estas diferencias, entre grupos etarios, pudieran interpretarse, entre otras razones, como la competencia ambiental de los sujetos, es decir, a su capacidad para relacionarse con el ambiente. La entrada de nuevas tecnologías a la sociedad actual y en particular, al hogar (Remedi, 2000), modifican las formas de interactuar con los otros y con el ambiente físico. Ello se aprecia claramente por la diferencia entre el estilo de vida llevado por los padres y abuelos de los participantes y las prácticas sociales de las nuevas generaciones (Vivas, F 2009).
En los sectores populares se encontró una vitalidad en el vecindario que contrasta con la soledad o poca actividad evidente en los sectores medios y altos. En el vecindario popular, el espacio privado muchas veces se mezcla o extiende hasta el público, conformando lo que algunos autores denominan dominio socio-cultural (Carmona et al., 2006). La socialización transcurre en lugares muy próximos a su vivienda (frente de las casas, escaleras del barrio, pasajes, calles, esquinas) verdaderos espacios sociales que constituyen una prolongación del ámbito doméstico. Se aprecia que “sus viviendas desbordan sobre el espacio colectivo, expulsados sus habitantes por el hacinamiento y la insalubridad del espacio interior” (Ladizesky, citado por Vivas, 2009)
El estudio de Vaske et. Al (2001) operacionaliza el vínculo con un lugar a través de dos conceptos: dependencia a un lugar e identidad de lugar. Se desarrolla un modelo predictivo para demostrar la influencia que tienen estas variables sobre la conducta reportada por jóvenes empleados en programas comunitarios de recursos naturales.
La dependencia a un lugar indica la importancia que un recurso tiene al proveer lo necesario para realizar las actividades deseadas (Stokols & Shumaker, 1981 en Vaske et al., 2001), este vínculo funcional puede aumentar cuando el recurso está lo suficientemente cerca para permitir una visita frecuente. Por otro lado, la identidad de lugar es una inversión psicológica con un espacio el cual se ha dado a través del tiempo, (Williams y Peterson, 1999 en Vaske et al., 2001). Según Moore y Graefe (1994, en Vaske et al., 2001), puede desarrollarse a partir de visitas constantes a ese sitio.
Para evaluar las variables se administró Vaske et. Al (2001) administró una encuesta a jóvenes entre 14 y 17 años que participaban en un programa de recursos naturales en Colorado. En este tipo de programas los jóvenes trabajan en la construcción de caminos y actividades de mantenimiento cuyo propósito es desarrollar un sentido de responsabilidad comunitaria al mismo tiempo que se aprende sobre un espacio natural. Se seleccionaron 3 programas de tamaño, tareas y longitud de trabajo similares. Las encuestas fueron distribuidas una vez que los jóvenes completaran de 5 a 7 semanas de trabajo. La muestra estuvo compuesta por 182 participantes.
Vaske et al., (2001) concluyen que al aumentar la dependencia a un lugar y la identidad de lugar tienden a incrementar las conductas ambientales generales de los jóvenes. Una dimensión alternativa que sería interesante considerar en el establecimiento de un vínculo con el ambiente, es el llamado ‘valor intrínseco,’ concepto cuya claridad es ilusoria según O’Neill (1993).
A partir de los resultados obtenidos se comprobaron las siguientes hipótesis: (1) la identidad de lugar con un espacio específico media la relación entre la dependencia a un lugar y conductas ambientales generales, (2) al aumentar la dependencia a un lugar amentará la identidad y (3) al aumentar la identidad de lugar aumentará la conducta ambiental responsable general.
Las hipótesis resultantes de la investigación de Vaske et. Al (2001) son elementos importantes para el análisis de las actitudes manifestadas por adolescentes estrato 1 y 2 en la ciudad de Barranquilla, respecto al consumo de servicios públicos domiciliarios, debido a que, una vez obtenidos los resultados se revisará hasta que punto se pueden diferenciar actitudes de carácter proambiental, al haber indagado al interior de comportamientos y sentimiento entorno a esta variable en el hogar.
Adolescencia y Formación de actitudes hacia el consumo
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la adolescencia como la etapa que transcurre entre los 11 y 19 años, considerándose dos fases, la adolescencia temprana 12 a 14 años y la adolescencia tardía 15 a 19 años. En cada una de las etapas se presentan cambios tanto en el aspecto fisiológico (estimulación y funcionamiento de los órganos por hormonas, femeninas y masculinas), cambios estructurales anatómicos y modificación en el perfil psicológico y de la personalidad; Sin embargo la condición de la adolescencia no es uniforme y varía de acuerdo a las características individuales y de grupo.
Adolescentes y jóvenes representan 30% de la población de las Américas, sin embargo, con demasiada frecuencia sus necesidades no figuran en la agenda pública ni política y los gobiernos no consideran prioritario invertir en ellos. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) propone un nuevo marco conceptual centrado en el desarrollo humano y en la promoción de la salud dentro del contexto de la familia, la comunidad y el desarrollo social, político y económico. El gran desafío de los próximos años será utilizar este marco para implantar programas integrales, recolectar información desagregada, mejorar el acceso a los servicios, el ambiente donde viven adolescentes y jóvenes, el vínculo entre escuelas, familias y comunidades, así como apoyar la transición a la edad adulta, con una amplia participación juvenil y coordinación interinstitucional e intersectorial (Maddaleno, Morello, Infante-Espinola; 2003).
El panorama internacional respecto a la inversión en los últimos años y los próximos es prometedor respecto a implementar iniciativas que involucren a los adolescentes como entes activos y participativos en alianza con las diferentes fuentes de socialización que los involucran y que son decisorias e influyentes en la identificación que estos tienen con el medio ambiente.
De acuerdo con Kolberg (Citado por Berrío,2007) el adolescente afronta el difícil desafío de pasar de una moral preconvencional a una convencional que le permitirá vivir penamente en la sociedad y le posibilita dar un paso adelante que no siempre llega a producirse y lograr una ética autónoma y totalmente interiorizada.
En la medida en que tiene ocasión de presentar diferentes roles en diferentes experiencias vitales el adolescente avanza a través de las etapas y desarrolla un juicio moral cada vez más desligado de situaciones concretas y más basado en principios generales que le permiten resolver situaciones progresivamente más complejas sobre la base de una serie de criterios morales y filosóficos (Clariana, 1994:39 tomado de Berrio, 2007:15).
3.1 Etapas de la adolescencia
Para la sociedad Occidental la adolescencia es un período largo, por lo que la psicología evolutiva la divide en tres períodos:
3.1.1 Adolescencia Temprana: Se sitúa entre los 10-13 años de edad y principalmente estaría dominada por los cambios físicos y el impacto que tienen en la vida psíquica. Según Krauskopof (2004) los principales cambios que se dan durante esta primera etapa son los siguientes:
- Duelo por el cuerpo y por la relación infantil con los padres
- Reestructuración del esquema corporal
- Ajustes emergentes, cambios sexuales, físicos y fisiológicos
- Necesidad de compartir los problemas con los padres
- Fluctuaciones de ánimo
- Fuerte autoconciencia de las necesidades
- Relaciones grupales con el mismo sexo´
- Movimiento de regresión y avance en la exploración y abandono de la dependencia
3.1.2 Adolescencia Media: Etapa con la que se identifica el segmento poblacional tomada como muestra de la presente investigación, el cualabarcar desde los 14-16 años, correspondiente al segundo ciclo de la educación secundaria obligatoria, caracterizada por:
- Diferenciación del grupo familiar
- Duelo parental por la perdida del hijo fantaseado´
- Deseo de afirmar el atractivo sexual y social
- Emergentes impulsos sexuales
- Exploración de capacidades personales
- Capacidad de situarse frente al mundo y a si mismo
- Cuestionamiento de aspectos comportamentales y posiciones previas
- Preocupación por lo sexual´
- Grupos heterosexuales
- Interés por nuevas actividades
- La pareja como extensión del Yo
- Búsqueda de autonomía
3.1.3 Adolescencia tardía: Comienza a los 17 años y se prolongaría hasta los 19 años aproximadamente, se caracteriza por una aceptación de si mismo y una mayor capacidad de entender a los otros y comprometerse con sus propias acciones e ideales.
- Búsqueda de afirmación del proyecto personal-social
- Restructuración de las relaciones familiares
- Locus de control interno
- Desarrollo de instrumentos para la adultez
- Exploración de opciones sociales
- Avance en la elaboración de identidad
- Grupos afines en lo laboral, educacional, comunitario
- Relaciones de pareja con diferenciación e intimidad´
- Capacidad de auto-cuidado y cuidado mutuo.
A continuación se estructura conceptualmente el tema de servicios públicos domiciliarios, que para el caso de la investigación se ha identificado como el objeto de la actitud.
- Servicio Público Domiciliario
De acuerdo con la definición ofrecida por la empresa “Aguas de Cartagena”, los Servicios Públicos Domiciliarios son “los bienes tangibles o intangibles y prestaciones que reciben las personas en su domicilio o lugar de trabajo, para la satisfacción de sus necesidades básicas de bienestar y salubridad” (Tomado de: http://www.acuacar.com/sites/portafolio/?q=node/46).
Tales bienes son prestados por el Estado o por los particulares mediante redes físicas o humanas con puntos terminales en los lugares donde habitan o laboran los usuarios, bajo la regulación, control y vigilancia del Estado, a cambio del pago de una tarifa previamente establecida, que no deben ser interrumpidos bajo ninguna circunstancia sino, por el contrario prestarse de una manera constante y segura (Hernández, J 2003).
Según la ley 142 de 1994 son servicios públicos domiciliarios los siguientes: acueducto, alcantarillado, aseo, energía eléctrica, gas natural, gas licuado de petróleo o GLP y telefonía pública básica.
Se consideran servicios públicos domiciliarios porque se reciben en la residencia de las personas o en su sitio de trabajo y sirven para satisfacer necesidades básicas.
La prestación de estos servicios se hace conforme a lo dispuesto en las leyes 142 y 143 de 1994 y a las normas que expiden las Comisiones de Regulación de cada sector. Las personas que los prestan están sujetas a la inspección, vigilancia y control de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios.
En lo relacionado con el agua, investigaciones recientes han encontrado que paulatinamente este vital líquido está agotándose considerado como un recurso renovable, cada vez más toma las características de No renovable, debido al mal uso (Roberto, 2005); sin contar que existen personas que no pueden tener acceso a este Servicio Público y/o que no cuentan con las condiciones de infraestructura necesarias para recibirlo. En Colombia, de acuerdo con las estadísticas proporcionadas por el DANE en su censo nacional más reciente (2005), el 11.94% de la población habita en viviendas con servicios públicos inadecuado
En el artículo 65 de la constitución política, colombiana, los servicios públicos no se muestran como un deber del estado: Los servicios públicos son inherentes a la finalidad social del estado. Por supuesto que no se establecen simple y llanamente como una generosidad del ordenamiento positivo ni de la organización estatal, sino que el mismo concepto social del estado obliga a que existan unos servicios públicos eficientes, oportunos, prestados a toda la colectividad, de manera cierta y que puedan ser reclamados, obtenidos y disfrutados de conformidad con los parámetros establecidos en la constitución (Hernández, J 2003).
Los Servicios Públicos Domiciliarios, están íntimamente ligados con la noción de satisfacción de necesidades colectivas, esto es, las que tiene un conjunto de personas, que se suplen a través de empresas, tanto privadas como públicas, y de esta manera cumplir con el fin social del Estado, en desarrollo del cual, la ley ha definido, y les ha asignado el carácter de esencial; al servicio de acueducto, alcantarillado, aseo, energía eléctrica, distribución de gas combustible, telefonía fija pública básica conmutada y la telefonía local móvil en el sector rural.
A continuación se profundizará en características generales y en la problemática mundial medioambiental que impacta o se ve impactada por el uso y abuso de los servicios de agua o acueducto y energía eléctrica, que dependiendo de su consumo suelen ser los más costosos y con tarifas variables, independientemente del contexto y que además es respecto a las actitudes en cuanto a su consumo que se realiza la presente investigación.
5.9 Energía Eléctrica, Cambio Climático
La producción, transformación y consumo final de tal cantidad de energía es la causa principal de la degradación ambiental. El consumo está muy desigualmente repartido, pues los países de la OCDE, con el 15% de la población mundial, consumen el 60% de la energía, factor este último a tener en cuenta a la hora de repartir responsabilidades de la crisis ambiental (Don Hinrichsen, Bryant Robey, M. A., y Ushma D. Upadhyay, M. P. H, 2006).
La afirmación anterior dilucida el impacto que tiene el abuso y uso desigual de las fuentes de energía eléctrica en el mundo, situación que ha venido teniendo y tendrá repercusiones cada vez mayores en la situación de degradación medio-ambiental global, lo cual es ya un problema social que requiere pronta atención y gestión preventiva, particularmente en lo que respecta al cambio de actitud de las comunidades del mundo.
En 2003 el consumo mundial de energía superó los 10.500 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep): 2.400 Mtep de carbón, 3.600 Mtep de petróleo, 2.300 Mtep de gas natural, 610 Mtep de nuclear, 590 Mtep de hidroeléctrica y cerca de 950 Mtep de biomasa,
fundamentalmente leña, y cantidades aún pequeñas de
geotermia, solar y eólica.
Al iniciarse la década de los 80 del siglo XX se registraba una baja de temperatura, lo que llevó a sospechar entre los científicos una pequeña era del hielo como la ocurrida en la era del Renacimiento, lo cual indicaba que pueden tanto olas de calor como pequeñas glaciaciones causar catástrofes entre los humanos (Falkenmark,1993)
Ante los diagnósticos y pronósticos, a partir de 1998 con las anotaciones del Protocolo de Kyoto, las naciones del mundo se plantean metas acuerdos y compromisos para frenar el fenómeno del calentamiento global (Don Hinrichsen, Bryant Robey, M. A., y Ushma D. Upadhyay, M. P. H, 2006).
Por tanto realizar intervención dirigida a mejorar la calidad de vida y protección del planeta se convierte en una iniciativa necesaria desde el punto de vista de la investigación e intervención en diferentes disciplinas.
Figura Nº 1: Tomado de Jorsensen, B; Graymore, O´toole, K (2009). Household water use behavior: An integrated model. Journal of environmental management. www.elservier.com 1-10 p
Según el modelo de Jorsensen, Graymore y O’talore (2009)el desarrollo de los hogares demanda programas de administración de recursos y particularmente del agua para entender los factores que influyen en el uso del agua en las familias. En el estudio los autores hacen un re- análisis de los actuales modelos del comportamiento y proponen un nuevo modelo para entender el consumo del agua en las familias, argumentando que la adopción de verdaderos roles en cuanto al consumo del agua inician desde los hogares. La gente no cuidará el agua si sienten que los otros no minimizan el uso del agua, además las personas se sienten menos comprometidas en salvar el agua si de verdad no sienten una autoridad al respecto. Con esta tesis se propone que, comprender muy bien los factores que determinan el uso del agua en los hogares es de gran impacto y responsabilidad social (Jorgesen, Graymore & O´toole, 2009)
Un estudio con hogares en Pert, Australia midió las actitudes propias de los hogares Vrs. Su actual sistema de consumo de agua. Con la investigación se encontró que las actitudes pertenecen a trabajar en el jardín, importante para la inversión en una casa y un recurso de recreación, gastos en el Jardín y actitudes hacia el precio del agua, reuniendo los significados hacia el uso del agua en los hogares. Como resultado este estudio sugiere la demanda de estrategias enfocadas en cambiar el comportamiento de uso de agua en el jardín en hogares en donde el jardín es altamente valorado en contraste con el incremento del precio (Jorgesen, Graymore & O´toole, 2009)
Corral-Verdugo (2002) investigaron acerca de los factores que influyen en el uso del agua de los ciudadanos Mexicanos, encontraron que los motivos significativos de conservación se orientan a reducir anualmente el consumo del agua. Otros motivos de conservación incluyen la reducción del incremento de dinero gastado en agua, las normas sociales (Observar que los vecinos tratan de conservar el agua) y querer contribuir con campañas de conservación, además encontraron que la forma como otros usan el agua puede impactar en su propio uso del agua, cuando los individuos no tienen confianza en que otros tienen el mismo compromiso por preservar el agua, no sienten obligación porque asumen que nada tiene que ver con ellos (Jorgesen, Graymore & O´toole, 2009).
Otro modelo social de las conductas de uso del agua fue desarrollado por Gregory and Di Leo (2003), estos enfatizaron en un enfoque de conciencia medioambiental del comportamiento. Ellos argumentan que las normas, el comportamiento y las oportunidades impactan el comportamiento, así como por influencias situacionales, tales como lo socioeconómico, el hogar y variables físicas del ambiente. Estos investigadores argumentaron que la conciencia medioambiental, los hábitos, el involucramiento personal y las características socio demográficas como la edad, la educación y el hogar, predicen el consumo de agua en los hogares
Kenny et al (2008) en Aurora, Colorado encontraron que la influencia del precio y las restricciones varian según los diferentes tipos de usuarios (Según el estrato socioeconómico) y entre áreas donde se reconoce y no se reconoce la escasez.
Estos autores han revisado modelos sociales y económicos de las variables que impactan el consumo del agua en los hogares, identificando que muchos estudios descubrieron diferentes factores que actúan sobre el comportamiento de uso del agua y a partir de estos construyen un modelo integrado basado en los modelos sociales y económicos revisados, tratando de cruzar las variables de ambos modelos. Este modelo describe varios factores que crean impacto en el uso del agua. Con la investigación se concluye que la confianza puede ser un importante factor que no ha sido explorado y que podría ser muy útil en la implementación de estrategias efectivas para el uso del agua. Esto es porque la confianza en el agua y en el cuidado que los otros tengan de esta influye en disminuir su consumo, el cual se incrementará con la posibilidad que la gente también tome medidas para reducir el uso del agua.
Las explicaciones, argumentos e hipótesis integradas hasta el momento pretenden encontrar explicaciones coherentes, orientadas de manera implícita a fomentar y encontrar factores que expliquen el mal uso o consumo irresponsable de los recursos naturales, particularmente en lo concerniente a los servicios públicos domiciliarios; sin embargo el impacto que se espera tener a mediano plazo con los resultados de las investigaciones realizadas es fomentar el consumo responsable de servicios públicos domiciliarios a partir de la identificación de actitudes hacia el consumo de servicios públicos domiciliarios de adolescentes y adulos, lo que permitirá encontrar fortalezas y debilidades que orienten la intervención frente a las acciones desfavorables en torno al tema.
Consumo Responsable
Las actividades del ser humano se centran de manera primordial en el consumo. Desde que nos levantamos empezamos a consumir. Pero… ¿Qué se consume?, lo justo, lo necesario, lo superfluo?. En el actual mundo globalizado, que cada vez evoluciona a pasos más agigantados a nivel científico, tecnológico y social; resulta casi imposible pensar que las necesidades están siendo satisfechas. Por el contrario, en lugar de reducirse, están siendo mejor atendidas y poco a poco estamos siendo esclavos de un consumismo innecesario y engañoso que consciente o inconscientemente está determinando nuestro estilo de vida, creando ansiedad y competitividad errónea, basada en influencias ideológicas (Garrido, 2006).
Cuando se añade el calificativo de responsable a nuestro consumo, se está significando la importancia que tiene el consumidor para elegir entre las opciones que tiene el mercado de bienes y servicios, teniendo en cuenta los productos que valoran la justicia social, la ética y la solidaridad y la protección del medio ambiente (Guía de consumo responsable de Aragón http://www.inpsicon.com/elconsumidor/archivos/guia-consumo-responsable.pdf).
Con relación a los impactos negativos del consumo sobre el medio ambiente, surge la propuesta de adoptar patrones de Consumo Responsable. Pelsmacker et al., (2005) indican que “los consumidores pueden expresar sus sentimientos de responsabilidad hacia la sociedad y su aprecio por las compañías socialmente responsables y/o productos a través de la conducta de consumo ético.”
Fisk (1973) define el Consumo Responsable como “el uso racional y eficiente de los recursos con respecto a la población humana global.” Adaptando la conceptualización de Webster (1975) sobre consumidor socialmente consciente, Mohr et al., (2001) definen al consumidor responsable como aquella “persona que basa su decisión de adquirir, usar y disponer de los productos en un deseo de minimizar o eliminar cualquier efecto dañino y maximizar el impacto benéfico de la sociedad a largo plazo.”
A su vez este tipo de comportamiento requiere la inclusión de la noción de Responsabilidad Social Corporativa (CSR por sus siglas en inglés), que se refiere al compromiso de una empresa en “obedecer las leyes y normas éticas, tratar a los empleados con justicia, proteger el medio ambiente y contribuir a la caridad,” Mohr et al., (2005). Davis y Blomstrom (1975, p. 6) definen la CSR como “la obligación directiva de tomar acción para proteger y mejorar el bienestar de la sociedad como un todo y el interés de las organizaciones.”
Muchos autores relacionan el concepto de “Consumo responsable” con el “Consumo Inteligente”. Entre ellos podemos mencionar las siguientes aproximaciones teóricas:
- (Kyrk, 1930). Economista del Consumidor, nacido en Asley, Ohio (USA). Doctor de la Universidad de Chicago, en la que enseñó entre los años 1925 y 1952, allí inició su devoción por la protección del consumidor.
– “La educación para el consumo inteligente implica: Transformar el ‘querer’ del consumidor; adiestrar al consumidor para reconocer publicidad engañosa e instruir al consumidor en el uso adecuado de productos y servicios.
– Los obstáculos para educar al consumidor y moldear sus actitudes y valores, yacen en el contexto, mediante fuerzas culturales que ejercen influencia sobre el consumidor como la iglesia, la familia, las agencias comerciales, las clases altas y la prensa.
Se destaca que en los últimos años hay importantes autores que han desarrollado teorías y modelos aplicados a conducta ecológica y proambiental (Citados por Ortega, 2007):
Kaiser et al., (1999) Estudio sobre la actitud y el comportamiento ecológico
Tanner (1999) Restricciones sobre el comportamiento ambiental
Lee et al., (1999) Entendiendo los determinantes de la conducta ambiental consciente
Mainieri et al., (1997) Compra verde: La influencia de la preocupación ambiental en la conducta del consumidor
Follows et al., (2000) Conducta de compra ambiental responsable: prueba de un modelo de consumidor.
Straughan et al., (1999) Alternativas de segmentación ambiental: una mirada al comportamiento verde del consumidor en el nuevo milenio
Stone et al., (1995) Ecoescala: una escala para la medida de consumidores ambientalmente responsables
Vaske et al., (2001) Vínculo con el lugar y conducta ambiental responsable
González (2005) La preocupación por la calidad del medio ambiente. Un modelo cognitivo sobre la conducta ecológica desde la década de los 90 para hacer referencia a la agravación de los problemas ambientales. Implícitamente, el término se dirige a buscar no sólo el cuidado del entorno sino a promover el bienestar humano en todos los rincones del planeta. (Corral-Verdugo y de Queiroz, 2004).
La solución de la sustentabilidad debería encontrarse al interior de cada contexto cultural, lo cual tendría que hacerse adoptando conductas que tomen en cuenta la escasez de recursos naturales, la cualidad del ambiente adecuado para vivir, y la equidad en la distribución de los bienes producidos para la generación actual, sin dejar de lado a las generaciones del futuro (Gouveia, 2002, citado por y Ortega, 2007).
Por tanto, es necesario seguir haciendo abordajes que permitan la comprensión de cada realidad y de cada contexto cultural para lograr mayor cohesión entre las percepciones y actitudes de la gran variedad de temas relacionados con la vida cotidiana y el uso y abuso de recursos naturales que afecta negativamente al medio ambiente.
Es importante anotar que pese a todo el seguimiento que se le ha hecho a la crisis del medioambiente, es poca la atención científica que se le ha dado a la necesidad de entender los procesos económicos, sociales, culturales e institucionales que acarrean también un impacto en la dinámica del ambiente (Ortega, 2007, 34p)
La fundamentación teórica y conceptual presentada anteriormente deja inquietudes respecto a la necesidad de seguir investigando e interviniendo alrededor de la amplia problemática que se ha planteado y que conjuga diferentes elementos que hacen de esta tesis enmarcada dentro del contexto de la psicología económica y del consumidor un tema con necesidad de atención y abordaje interdisciplinario y con metas de corto y largo plazo tanto desde el punto de vista teórico como práctico.
Los hallazgos descritos nos permiten revisar que las hipótesis y conclusiones de los diferentes autores presentan vacios teóricos, conceptuales, metodológicos y contextuales que despiertan el interés por seguir planteándose y solucionando problemas ante una situación internacional, que debe empezar a intervenirse desde el espacio vital, de acuerdo a esta propuesta, partiendo de la dinámica del hogar.
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