Creatividad y consumo: ¿Asunto de unos pocos?

Escrito por Diana Franco Yamín ([email protected])

 

 

Tradicionalmente la creatividad ha sido concebida como un asunto de artistas, un talento con el que se nace, una facultad humana únicamente presente en seres excepcionales. Se basa en una simple premisa: algunos privilegiados la tienen y otros excluidos no. La creatividad es uno de los aspectos más intrigantes del pensamiento humano. ¿Qué es? ¿Dónde está?

 

 

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Se ha asociado a la locura, porque implica romper paradigmas, estereotipos fijados y naturalizados a través de los años, que resultan en un pensamiento lineal sobre los mismos métodos que obtienen los mismos resultados. El famoso filósofo griego Platón, afirmaba que la necesidad es la madre de la invención. Esto es, el pensamiento creativo se origina por problemas, oportunidades e interacciones sociales. En este sentido, no depende únicamente de rasgos de personalidad, disposiciones internas o habilidades cognitivas, sino de los estímulos del entorno, de los roles, de las conductas de los demás y de la comunicación. Bilton (2007, citado por Glaveanu, 2010) afirmó también que “lo creativo de una idea no sólo depende del contenido de la idea, sino también en la forma en que se desarrolla, presenta e interpreta”. Esta perspectiva sobre los orígenes socioculturales de la creatividad es apenas un campo emergente (Glaveanu, 2010), pero contiene elementos pertinentes para considerar la relación entre la creatividad y el consumo, aportando a la creatividad como un asunto de todos.

La creatividad no es de negros y blancos, de lo definido a priori, de las primeras opciones. Ser creativo es trascender de lo que ya está dado, preguntarse, reflexionar, concentrarse, tener disciplina, pero también dejarse llevar. Es tomar un poco de cada elemento para hacer combinaciones dialógicas. Es no simplificar la complejidad, las ideas no están sueltas en el aire, se construyen a partir de articulaciones, de lluvias de especulaciones sobre lo imposible, de uniones y rompimientos de áreas complementarias y opuestas. Se trata de perder el miedo a perder el tiempo, perder el miedo de equivocarse, de tener disposición, se trata de una posibilidad y no de una facultad, algo al alcance de cualquier persona que disponga de ganas de ejecutar, de pensar más allá de las causalidades, en las casualidades. La creatividad no es exclusiva de los artistas, creatividad se hace en la academia, en el trabajo, en el consumo y sobre todo en lo cotidiano. La creatividad puede teñir las imperceptibles variaciones cotidianas que dotan de sentido a la rutina.

Para esto no existe una receta única. La creatividad requiere de de pensamiento convergente y divergente, dependiendo de la naturaleza del problema. El pensamiento convergente es lo que se llama “conectar puntos”, se asocia con el uso de categorías mentales amplias, que permitan identificar similaridades, patrones y relaciones entre informaciones aparentemente diversas. Este facilita la colaboración y coordinación entre áreas, promueve la transdisciplinariedad y las sinergias. El pensamiento divergente se denomina también “pensar fuera de lo común” y se asocia con la generación de ideas inusuales, poco conectadas entre ellas, facilitando la improvisación, la innovación y la consideración de un mismo problema desde perspectivas variadas (Ashton-James & Chartrand, 2009). La creatividad, cualquiera que sea el tipo de pensamiento que la propicie, permite relacionarse de maneras novedosas con los productos, con los símbolos,  con las marcas, con sus usos, con su contexto

 

 

Las consecuencias políticas, económicas, sociales y ambientales del acelerado ritmo de vida actual repercuten en una sensación de falta de control. Así, ante las circunstancias presentes de la sociedad de riesgo, de rápidos cambios y de incertidumbres, la creatividad retoma su importancia como una ayuda indispensable para alcanzar nuestros objetivos como individuos, organizaciones y sociedades (Glaveanu, 2010). Los modelos de consumo crean a su vez certidumbres, insertándose en los rituales cotidianos. Ahora, la relación que planteo entre consumo y creatividad en este sentido es de doble vía: Por un lado, de los productores, de diseñar y ejecutar campañas innovadoras que contemplen las coyunturas globales y nacionales en términos de impacto de los productos que se sacan al mercado, de la predominancia del valor simbólico que resalte el comercio responsable y justo. Por otro lado, los consumidores mismos, en transformar su modo de vida y por consiguiente su forma de consumir, construyendo relaciones de intercambio recíproco basado en la ética, el impacto medioambiental, social y político. La creatividad permite en este sentido repensarse el consumo, tanto desde los productores como de los consumidores. La sostenibilidad es inalcanzable si no ocurren cambios radicales en la sociedad, en todos aquellos que la componen; la eco innovación resalta por este motivo la necesidad de cambios en lo social, en lo tecnológico y en las instituciones, apoyándose en la creatividad para conseguirlo (Collado-Ruiz & Ostad-Ahmad-Ghorabi, 2010). La consideración sobre el origen socio cultural de la creatividad hace que nos podamos apoyar en los espacios de socialización que nos ofrece la cultura actual, marcados por la tecnología, la comunicación y la cooperación transnacional. El aporte de los acuerdos económicos, de la globalización y de una sociedad tan competitiva, está en brindarnos las herramientas para ser creativos, para no seguir el camino de lo tradicional, lo fácil y lo obvio. Permite abarcar de manera innovadora la relación con el medio ambiente, con el consumo, con la sociedad, con el otro. La creatividad es práctica, se construye en el hacer, pero no solo se desprende de la experiencia personal, el conocimiento intersubjetivo construido y transmitido por otros, que justamente son los espacios que brinda la sociedad actual y la tecnología, es una clave importante que acerca la creatividad a todos (De Bono, 1997). El concebir la creatividad como un asunto de todos promueve la responsabilidad, un compromiso con lo social y lo ambiental y perspectivas novedosas para acercar el comercio justo al consumo responsable.

 

 

Collado-Ruiz & Ostad-Ahmad-Ghorabi, (2010) Influence of environmental information on creativity Design Studies Vol 31 No. 5

Ashton-James, C. & Chartrand, T (2009) Social cues for creativity: The impact of behavioral mimicry on convergent and divergent thinking. Journal of Experimental Social Psychology 45 pp. 1036–1040

De Bono, E. (1997) Pautas y herramientas para aprender a pensar. Grupo Edtorial Norma, Bogotá Colombia.

Glaveanu, V. (2010) Paradigms in the study of creativity: Introducing the perspective of cultural psychology New Ideas in Psychology 28 pp. 79–93




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